
Ella rondaba los cuarenta y tres cuando yo apenas acababa de salir de la pubertad, la veía cada mañana en el andén a las 6.47, ella siempre con su cigarro, yo siempre con mis libros en la entrepierna, tratando de ocultar la evidencia.
A veces se daba cuenta y esbozaba una sonrisa burlona, cada vez que la miraba no podía evitar recordar el clásico del cine "El graduado", y a la idolatrada Mrs. Robinson, con aquellos aires de superioridad, con tantos años de experiencia reflejados en su forma de andar, reclamando miradas a su paso.
Medias de rejilla, blusas, faldas plisadas y russian red en los labios. Fueron años felices repletos de miradas cómplices, pero ya no queda nada, apenas la recuerdo ya.
Siempre nos quedará nuestra inocente canción de Frank Sinatra.