miércoles, 14 de julio de 2010

Who else?

Me costó horrores conocer su nombre, y todavía sigue pareciéndome raro. Ella es rara, adorablemente rara. La vi por primera vez debajo de un árbol con un libro entre las manos, estaba tan inmensamente angelical con esas trenzas negras que enmarcaban su pálido rostro que no pude resistir la tentación de acercarme. Cuando hice crujir una ramita seca con el pie a apenas unos metros de ella me miró con unos ojos violetas abrumadores, sí, violetas. Cualquiera pensaría que llevaba lentillas de color pero descarté la idea inmediatamente, había leído acerca de ciertas tribus cíngaras del siglo dieciocho con unos ojos como amatistas que sorprendían a cualquiera que trataba con ellos.


Ante mi cara de asombro sonrió, y siguió mirándome curiosa. Le pregunté con un hilo de voz qué era lo que estaba leyendo, y me enseñó un libro garabateado, con la portada apenas legible, “Fuego en tus manos”. Me sorprendió que bajo aquella cara infantil se escondiera una lectora de literatura morbosa, yo conocía perfectamente aquel libro.


Me dí cuenta de que las piernas que asomaban debajo de aquel encantador vestido que llevaba estaban cubiertas de magulladuras, moratones y tiritas, nunca se es demasiado mayor como para querer volar. Las cicatrices de cortes en sus muñecas le daban un aire de locura, soledad y dolor a su delicada imagen, no me atreví a indagar en ello.


Empecé a preguntar por ahí acerca de ella, pero aunque muchos en Madrid sabían quien era nadie supo decirme nada que no supiera ya, mas que su costumbre de pasarse horas y horas los domingos tumbada en el mismo pedacito de hierba del parque.


Se convirtió en mi pequeña obsesión, y el día que la vi dibujar algo en la corteza de uno de los cientos de olmos que habitan allí no pude reprimir mi curiosidad y me acerqué.


¿Qué ponía? Cloè, simplemente Cloè…

jueves, 8 de julio de 2010

¿Y tú? ¿Eres especial?

No importa lo que hagas, no importa cuánto te esfuerces, esas pequeñas porciones de disolución acuosa siempre acabarán inundando tus mejillas.

¿La razón? No encajas en tu mundo.

No hay arreglo posible, por mucho que te intentes excusar explicando que el único problema existente eres tú mismo te tacharán de antisocial, alegando que tienes una conducta completamnete soberbia y egoísta.

Sólo hay una solución; esperar. Esperar a que tu cerebro se reblandezca y a convertirte en un autómata obsesionado por encontrar la normalidad en tu vulgar existencia.

Aunque... por absurda que parezca, también hay una ínfima posibilidad de que le encuentres...

No me refiero a ningún Dios ni guía espiritual, de vender esas ideas a granel ya se ocupan otros.

Nada más lejos de la realidad, independientemente de que sea igual que tú en lo que a rarezas se refiere, él es la persona conocida como alma gemela, media naranja...

La pieza que completa el puzzle enmarañado de tu vida, él es él, le reconocerás al instante, aunque claro, éste es un caso que rara vez se da entre personas como nosotros.