Sánchez Piñol.
Cuando la miraba y nada más, cuando la tocaba y nada más, en esos momentos las crueldades del faro no existían. Y podía constatar, asombrado de mí mismo, que ni siquiera me importaba que pudiera ser más o menos humana, más o menos mujer.
Es mentira: el séptimo día el buen Dios no descansó. El séptimo día la hizo a ella y nos la escondió bajo las olas.
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